jueves, 6 de mayo de 2010

Chéri y Guido. Una mirada psicoanalítica sobre la glotonería neurótica en dos versiones masculinas incorregibles: a la francesa y a la italiana

Por Esther Marín Ramos

Chéri (Stephen Frears, 2009)
Guión: Christopher Hampton (basado en la novela: Chéri y The last of Chéri by Colette)
Productora: Coproducción GB-Alemania-Francia
Género: Drama de época. Romance

Chéri es una historia sobre las consecuencias trágicas del comportamiento neurótico en las relaciones afectivas. Los tres personajes sobre los que se vertebra la historia son víctimas de un deseo insatisfecho y las consecuencias en que deviene esta constante del comportamiento humano.

Madame Peloux (Kathy Bates) I.
La iniciativa motor de los acontecimientos, o rol fálico (el único que aparece en la trama, lo que ya nos está anunciando un desequilibrio de muy difícil solución), se encuentra personificada en el papel de la madre de Cherí, Madame Peloux, una rica ex-cortesana con porte de camionero barroco, mirada de vieja escéptica, y un ego tan formidable como su pechera. El nudo o conflicto de la trama se desencadena cuando...
... ella decide que quiere tener nietos. Seis años atrás, cuando veía a su hijo perdido en la juerga interminable, el alcohol y el opio, culpándose por los derroteros de una educación que nunca asumió y dejó en manos amigas debido a las exigencias de su profesión, le pide a una de aquellas amigas, la más querida para su hijo, Lea de Lonval, que comience una relación con Cherí, con tal de salvarlo. Años después, tras conseguir mitigar el problema, viendo a Chéri completamente recuperado y estable, de pronto brotará en ella de nuevo esa sensación de fracaso, al ver a su hijo definitivamente embarcado en la relación con una mujer mayor con la que no podrá tener hijos, decide que quiere tener nietos, empujando a su hijo, -que se deja hacer como siempre lo hizo antes- a asumir un matrimonio con una chica joven y unas circunstancias para las que el joven promete estar muy mal preparado.

Cherí (Rupert Friend) II.
Cuando comienza el relato, Cherí acaba de entrar en una etapa de astío, en la que los excesos y placeres sin fin hacia los que se derivó años atrás ya no le estimulan. Se aburre profunda y existencialmente, y ha empezado abandonarse al opio. Será la decisión de su madre, y no la suya la que lo aparte de esa situación (realidad que sólo se aparta, por tanto, ya que no es él quien hace por salir de ella). Debido a la intervención de su madre, por tanto, comienza una relación amorosa que durará seis años con la que fue de niño su pseudo-mami más querida, Lea (Michell Pfeiffer). Durante ese tiempo la relación se desarrollará gratamente porque está exenta de pretensiones. En ella no entra en juego la cuestión de si se está haciendo lo mejor o no, no se da la exigencia de llegar a algún punto, consiste en un dejarse llevar tranquilo y relajado, de manera que la neurosis está calmada y no tiene dónde asirse.
El conflicto y la gran tragedia de la película aparece en el momento en que el protagonista masculino, aun sin pretenderlo (por supuesto, él nunca pretende nada), se ve obligado a enfrentarse a un límite, a una la pérdida. Cuando tiene que escoger entre dos mujeres, Lea, con la que ha estado hasta ahora, y su nueva joven esposa. Es entonces cuando por primera vez el protagonista se encuentra ante dos deseos que no pueden hacerse compatibles. Hasta ese momento su vida había transcurrido en un contínuo fluir de agregados, afirmaciones, sumas, y ninguna decisión propia. Así que entrar a realizar operaciones más complejas desquicia al joven, que no posee ningún referente con autoridad suficiente que lo limite… Primero, ante su boda, Lea y él romperán, tras una crisis regresará con ella, pero al mismo tiempo comenzará a dudar de lo que realmente quiere y volverá a irse definitivamente.

Lea de Lonval (Michell Pfeiffer) III.
Lea de Lonval fue en su juventud la cortesana más admirada por su belleza. Es tan rica que podría jubilarse, de hecho  cuando comienza el relato ella ha empezado a planteárselo, pero Lea no soporta su vejez y perder lo que una vez le hizo sentir especial. Siempre ha sentido un gran cariño por Cherí que ahora se ha convertido en un hombre muy atractivo y le es fácil dejarse llevar por sus encantos, y no necesita pedirle nada, el mero hecho que un hombre joven esté a su lado consuela todas sus necesidades[1]. Sin planteárselo se encuentra viviendo una relación de amor que la hará muy feliz durante seis años. Nunca llegará a mostrar sus verdaderos sentimientos más que al espectador en privado, pero caerá en una profunda desesperación tras la boda de Cherí, y tratará por todos los medios de reconquistarlo fingiendo olvidarlo, como toda una gran profesional del amor sabe hacer.

El final IV.
Cherí, completamente perdido, volverá a por Lea, pero, “una vez que ha probado la juventud” también la cuestionará a ella, tampoco Lea le es suficiente, no es TODO lo que quiere[2]. Y de nuevo en la tesitura de tener que elegir, verá defectos donde antes no los encontraba, le recriminará que con ella siempre seguiría siendo un niño, y acabará despidiéndose afligido pero, no sin cierta sensación de liberación. En palabras del poeta Camilo de Ory “El agitarse de la mano que dice adiós tiene un no sé qué de júbilo contenido”...
Sin embargo, la historia no acaba aquí. Una voz en off relata como Cherí al cabo de los años se dará cuenta de que Lea fue su verdadero amor, y entonces, incapaz de asumir su fracaso, se suicidará.
La historia deja en el aire la cuestión de lo significativo en la vida de la persona, y ante la forma en que se resuelve la trama parece responder que lo significativo en el bucle neurótico de la insatisfacción perpetua es siempre, fatídicamente, lo que no se tiene.

Nine (Rob Marshall, 2009)

Guión: Michael Tolkin, Anthony Minghella (Remake: Federico Fellini, Ennio Flaiano, Tullio Pinelli, Brunello Rondi, Arthur L. Kopit)
Productora: The Weinstein Company / Relativity Media
Género: Musical
Otras observaciones: Esta película es una adaptación del famoso musical de teatro del mismo nombre de 1982, que a su vez estaba inspirado en la película Otto e Mezzo (Ocho y Medio) de Federico Fellini, cuyo personaje protagonista, Guido, es un autorretrato encubierto del mismo Fellini.

La historia de Guido en Nine propone un mejor final que Cherí ante una situación paralela.
Guido Contini (interpretado por Daniel Day-Lewis) es un famoso director de cine italiano que tras un largo periodo de crisis creativa va a comenzar un nuevo proyecto. Pero el caso es que, el día de la presentación ante la prensa del estreno de la nueva película, Guido todavía no ha escrito ni una sola línea sobre ella. El bloqueo neurótico del autor, su intento por mostrar que es el genio que todos esperan, va a ser el tema de la historia que irá hilvanándose a través de, y gracias a las miradas de las distintas mujeres de su vida: su amante, su musa, su confidente y diseñadora de vestuario, otra amante esporádica americana periodista de moda, el amor platónico de su juventud, su madre, y su mujer.
Durante toda la trama Guido tratará desesperadamente de encontrar la inspiración necesaria para aislarse y desarrollar el guión que todos están esperando, pero se perderá en esa misma obsesión por encontrarla, demandándola agotadoramente fuera de él, especialmente a ese vasto ámbito de mujeres que lo rodean y que hasta ese momento han hecho de colchón complaciente del gran niño creativo. Lo buscará en su amante incondicional, Carla Albanese (Penélope Cruz), en su también incondicional confidente y ayudante de vestuario, Liliane La Fleur (Judi Dench), en las conversaciones con su inmortal madre muerta, su “mamma” (Sophia Loren), en sus fantasías con la musa sexual de su niñez (Fergi), en sus flirteos con cualquiera que lo adule…, lo buscará incluso en la consulta a un obispo quien le recordará, sin que deje de sonar lúdico[3], que debe esforzarse por ser más católico. Pero en esta ocasión, ninguna de las mujeres de su vida lo salvará en su caída, sino más bien al contrario. Su musa, Claudia Jenssen (Nicol Kidman) renunciará a volver a ser el personaje protagonista de una película fantasma, sin guión, cansada de ser retratada como un objeto ideal, demasiado perfecta y, por tanto, alejada de la posibilidad de ser amada verdaderamente. Y finalmente será la mujer de Guido, la hasta entonces resignada Luisa Contini, sobre la que se basan todas las esperanzas de sacar partido de su perezoso y perdido marido, quien lo abandone. Guido busca nuevas candidatas para ser la protagonista de su película, ante el abandono de Claudia, y durante la proyección de selección, Luisa ve cómo su marido trata a una de las candidatas de la misma manera en que lo hizo con ella cuando la reconoció como actriz para una de sus películas. Es en este punto que Luisa, que hasta ese momento, a pesar de las infidelidades, había creído representar una parcela clave en la vida de Guido, se dará cuenta claramente que en realidad no significa nada especial[4], y aquí saltará el resorte que desencadene la ruptura de la relación (en la que ella ya había sido abandonada mucho antes[5]). Luisa recriminará a Guido su glotonería, “que no tiene límites”, le dice, que se alimenta en la frustración de ella quien abandonó su profesión para seguirlo y apoyarlo, y la lleva a encontrarse cada vez más vacía. Guido,  que en alguna parcela de sí mismo, siente, como Cherí, que su imposibilidad para amar es la clave de su fracaso,  sintiéndose incapaz de crear sin el apoyo de su mujer, acabará admitiendo lo fantásmagórico de su proyecto cinematográfico, admitirá su derrota y tras comunicarlo, desaparecerá de la escena pública.

El final.
Tras su desaparición, el autor seguirá vagando durante bastante tiempo completamente perdido, y sólo una serie de acontecimientos dará a esta historia, a diferencia de la de Cherí, una salida, un final constructivo. Este final sólo es posible cuando hace su aparición un agente masculino limitador[6] (el único que aparece en la película) del deseo de Guido, la amenaza de un nuevo hombre en la vida de su mujer , cuya presencia él constata cuando la espía a la salida del teatro, y queda confirmada en la posterior conversación con su amiga común, Lilian Le Flear. Sólo entonces la cadena edípica asentada en el deseo sin límites de Guido puede romperse verdaderamente, sólo cuando es cortada por una autoridad capaz de frenarla, simbolizada en la figura de un rival.
Será entonces, ante ese límite, que Guido se reconciliará con su deseo - que habrá pasado de un goce no permitido, por no tener límites, a uno permitido centrado en su mujer-. Será capaz de admitir la equivocación que la llevó a perderla, la necesidad de ella, y volverá a reconciliarse con su faceta creativa, con el niño que lleva dentro – “pero un niño con gracia” como le recuerda, con gracia también, su amiga Lillean Le Flear- y pasará de estar creando histéricamente, sin lindes, en lo Real, su deseo, su falta, para pasar a crearlo en lo simbólico[7], sublimándolo en sus películas.
Amar, crear, materializar el deseo, sólo se puede llevar a cabo poniendo los límites necesarios… que diría el Observador en una sesión de psicodrama…

Bibliografía.
Freud, Sigmun:
- (1915): Pulsiones y destinos de la pulsión
- (1914): Introducción al narcisismo
- ( 1905): Tres ensayos para una teoría sexual.

Notas.
[1]  Anotación de Enrique Cortés en Clase Magistral de Psicoanálisis Freudiano (4 de Marzo 2010).
[2] “Un Todo imposible, puesto que nunca se va a lograr satisfacer la sensación de completud, de placer pleno, deseado”, según Enrique Cortés (en conferencia citada).
[3] La intervención de esta figura de autoridad tampoco va a poder poner límites al caos de Guido, en cuanto que el personaje, de hecho, todos los representantes del clero que aparecen en la película, reciben un tratamiento sarcástico. Todos admiten ser fan de las películas del autor de puertas adentro, aunque lo conminen, de puertas afuera, a la corrección católica.
[4] “Acceder a la demanda –aténgase a la deferencia entre demanda, inconsciente, y pedido, consciente- siempre bloquea el deseo, por lo que no se debe acceder a ella nunca”, según Enrique Cortés en Clase Magistral sobre Psicoanálisis Freudiano (4 de Marzo de 2010). Aplicado al relato, la complacencia de Luisa ante las demandas histéricas de Guido, lo único que consiguen es que éste no sienta especial deseo por ella, sino que su falta campe desenfrenada en la intatisfacción perpétua.
[5] Anotación de Enrique Cortés (inter. Cit.)
[6] Según Enrique  Cortés, en Clase Magistral de Psicoanalisis Freudiano (4 Marzo de 2010).
[7] Idem del anterior.


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