jueves, 6 de mayo de 2010

¿Por qué el juego?

Por Enrique Cortés

Xavier Guix en uno de sus artículos dice que hubo un tiempo en que no tuvimos duda alguna sobre que éramos aquello que representábamos ser: futbolistas, bomberos, cantantes, toreros, bailarines… Además poseíamos una extraordinaria capacidad para cambiar de personaje en un santiamén.
Luego perdimos la capacidad de sorprendernos y en ese dejar atrás al niño o la niña que fuimos, abandonamos sin darnos cuenta materiales nobles para nuestra autoconstrucción.
Y es también así, sin darnos demasiada cuenta de cómo lo hacemos, como nos vamos volviendo rígidos, incapaces de asumir otro rol que aquel al que nos hemos acostumbrado tanto, que al final nos identificamos sólo con él.
En la vida adulta, cada decisión que tomamos, cada rol que asumimos, acarrea su responsabilidad, cada pérdida es irreparable y nadie nos saca las castañas del fuego. Ese es el vértigo que produce el juego de la vida, y ante tamaña realidad hay quien aprende a aceptar, hay quien se rebela, hay quien se resigna y también hay quien no aguanta demasiado y prefiere hacer regresiones.

El juego de la vida es un misterio, y  no hay engaño más clamoroso que creer que podemos tener la vida bajo control.
García Márquez, nos dice que, la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla; nosotros podemos observar cómo nuestras vidas interiores transcurren en una especie de lucha de fuerzas entre nuestros impulsos, las normas éticas, morales, sociales, la crítica y la conciencia intentando poner orden y equilibrio a nuestra existencia.
El paseo que damos a diario con nosotros mismos nos mete en la eterna lucha de la voluntad por poner en orden nuestros deseos. Jugamos a inventar expectativas y luego vivimos de la insatisfacción de que nada sucede como habíamos pensado.
Nuestra proclama es la siguiente: Vale la pena reivindicar el valor del juego en nuestra vida, como bálsamo contra la rigidez, contra los automatismos y contra la idea de que nuestra personalidad es como una roca, firme y permanente, transformada sólo por el paso de los años y el castigo de los elementos externos. ¿Cómo vamos a poder cambiar, a volvernos más flexibles y a utilizar nuestra creatividad, si no es jugando con nosotros mismos? Sólo existe una verdad: ¡qué somos! En cambio cuando añadimos que somos “eso”, empieza el juego y nos convertimos en jugadores, creadores de experiencias.
El juego permite que nos reinventemos, nos permite fluir y es entonces cuando nos convertirnos en su creador.

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