viernes, 21 de mayo de 2010

Memoria versus represión: La Identidad

Por Enrique Cortés

Después de bastantes años en el ajo, tengo que confesar que creo en el poder curativo de la palabra y en las penalidades del silencio.
Si la especie humana es hablante, donde el lenguaje es vital, tanto como respirar o comer, ¿porqué se empeñan, algunos, en hacer de ello un acto delictivo?.
Como decia Freud; es más fácil cometer un crimen que borrar sus huellas, y la historia de la humanidad está llena de crimenes horrendos esperando que alguien les ponga palabras y esta es la novedad de nuestro tiempo, donde hay una opinión pública que sustrae del silencio y del anonimato los crímenes de esta humanidad. ¿Porqué tanto miedo a escucharlos?
El espanto de la guerra produce, entre otras miserias, silencio, y solo se podrá salir de ese espanto mediante la palabra. Los que no pueden olvidar, por falta de palabras, quedan anclados en los rencores del pasado, en el terror o en la melancolía.
La verdad no es neutral, es simplemente la verdad.
La necesidad de recordar y reconstruir pasados es imprescindible para el ser humano; reencontrarse con su historia, con sus raices, saber de dónde viene uno.
La elaboración de las marcas que nos unen a nuestros ancestros, constituye un rasgo esencial en la construcción de la identidad, de los sentimientos de pertenencia a lo propio, por lo tanto la pretensión de sofocar el recuerdo con políticas del olvido por decreto, ocasiona efectos de resentimiento y división...
Como dice Marcelo N. "hay un saber del sujeto sobre la finitud de su vida, sobre lo inenarrable de la muerte, sobre lo desconocido del origen y el desasosiego identitatorio que de allí resulta, factores que empujan y convergen a sostener el acto de transmisión entre generaciones: El ser humano está compelido a trasmitir, y maestro es aquel que deja una huella, una marca."
Se dice que se necesitan tres generaciones para la inscripción simbólica de una condición humana, no podemos truncarlo, tenemos la necesidad de saber de dónde venimos, de sentirnos herederos, hijos de algo.
Luego viene el trabajo de las diferencias, un trabajo de reconocimietno del otro, y de lucha con el Totalitarismo del Uno, discernir las desigualdades que son justas de las que no lo son.
Por todo esto es que pienso que, quien vivió el horror tiene que llevar a cabo el dificil camino de volver narrable su experiencia, porque cuando la experiencia vivida puede ser traducida en relato,  y esto es que supera la queja y el gemido, podremos confiar en que una parte de la transmisión entre generaciones ha quedado restablecida.

Enlace a precioso artículo de Juan José Millas en referencia al tema:"Lo que les quería decir"


8 comentarios:

  1. Aunque la lectura de este artículo me lleva hacia diversos lugares, no puedo resistirme en este momento a caer en la tentación de quedarme en lo que al poder curativo de la palabra en general se refiere. Y es que no sé si ese poder es real, ni tan siquiera si es cierto aquello que leí un día de que las palabras que curan "se transforman en bálsamo milagroso para quien sufre".
    Pero es que en el espacio de pocos días he leido este artículo y unos pocos fragmentos del Ensayo sobre el origen de las lenguas de Rousseau, y yo, persona más dada a la mirada y la escucha que a la palabra en lo que a lo fundamental se refiere, he quedado prendida en alguna de sus opiniones, acertadas o no, pues considera que llegó un momento que la vista y el oido quedaron como órganos pasivos del lenguaje, y que a pesar de que el lenguaje más energico es el del gesto significativo que ha dicho todo antes de hablar, la cuestión de mover el corazón es otra cosa, así los primeros gestos vinieron dictados por las necesidades, pero las pasiones (necesidades morales)fueron las que desencadenaron las primeras voces, de forma que de ellas vendrían las primeras lenguas.
    Y dice: no fue el hambre ni la sed sino el amor, el odio, la piedad y la cólera lo que desencadenó las primeras voces, se puede alimentar sin hablar, pero para mover a un corazón, para aplacar a un agresor injusto, la naturaleza dicta acentos, gritos, halagos, que fueron las palabras más antiguas inventadas...

    Entre el uno y el otro empiezo a dudar, jolín, ¿tanto puede la palabra?.

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  2. Confieso no haber leído el ensayo de Rousseau, y que tal vez tus comentarios me animen a ello. De entrada tan solo me puedo remitir a tus comentarios.
    No estoy de acuerdo que la vista y el oído sean órganos pasivos del lenguaje, creo que en esto coincidimos, lo que pienso es que todo aquello que se siente y padece por medio de la vista y el oído necesita expresarse y que la palabra es el mejor catalizador, de lo contrario actúa el cuerpo como síntoma.

    También creo que es verdad, que todo aquello que no se simboliza queda en el plano de lo imaginario y uno puede caer en la esquizofrenia o en la paranoia: “yo pensaba que…”, “yo me imaginaba que…”, en definitiva en un total desencuentro.

    Las primeras voces, el grito, el llanto…lo desencadenaron, a mi entender, la perdida de homeostasis producida por necesidades fisiológicas, el hambre; la cuestión es que al mismo tiempo que se sació el hambre vino de nuevo el equilibrio energético, la homeostasis, acto en el que se experimentó un placer y ahí sí entran las pasiones, el amor, el odio etc… y será a partir de ese momento que el sujeto se lance a la aventura de volverse a reencontrar con ese sentimiento placentero, es lo que se llama el DESEO; y lo demandamos como demandamos mediante el grito aquella mítica primera vez e imaginariamente lo creemos encontrar en los más diversos objetos y una vez más “mi gozo en un pozo” y vuelta a empezar… Es la vida.

    ¿Cómo salir de este atropamiento imaginario? Mediante lo simbólico, la palabra es fundamental, me hace saber quien soy y también quien eres tú
    …por cierto ¿Quién eres tú?

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  3. No dudo que sea cierto que el hombre desde sus orígenes se haya pasado la vida dándose cabezazos contra lo que llamas DESEO, intentando volver a sentir lo que, supuestamente, le resultó placentero.

    Tanto da que, como opina Rousseau, su primera palabra fuera "amadme" o "ayudadme", pues quizá la utilizó como grito necesario para traducir la demanda de una necesidad. ¡Difícil proceso!.

    Y creo, que todavia hoy le cuesta al hombre traducir a palabras lo acaecido, lo sentido, lo pensado, lo deseado...
    Y también mirarse en el espejo de la historia y ver de lo que es capaz. Pero ello no es excusa para intentar acallar los gritos de reconocimiento de horrores vividos, en un intento de justificarlos, relegarlos al olvido, o cuando menos ignorarlos, ahogando sus voces, dejándolas vacias de palabras.
    Como decía contundentemente un filósofo contemporáneo -no recuerdo su nombre-: "Lo innombrado es lo ignorado".

    Pero, ciertamente como dices, la verdad es la verdad, y, aparte subjetivismos, creo en una verdad objetiva que subyace en el fondo de todo, que no se puede diluir. Es como los posos del café, que, a poco que se remueva, pugnan por salir a la superficie, no quedando otra que tragarlos y atragantarse, o escupirlos lejos a la vista de todo el mundo. ¿Eso permitiría tomar el café tranquilamente?

    Mantienes que quien vivió el horror tiene que volver narrable su experiencia. ¡Tarea difícil la de encontrar palabras y expresarlas!.
    Alejandra Pizarnik,habituada a ello, escribió este verso: "Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa".
    Después escribió: "Sin saber como ni cuando, he aquí que me analizo. Esa necesidad de abrirse y ver. Presentar con palabras. Las palabras como conductoras, como bisturíes. Tan sólo con las palabras. ¿Es esto posible?. Usar el lenguaje para que diga lo que impide vivir. Conferir a las palabras la función principal. Ellas abren. Ellas presentan. Lo que no diga será examinado. El silencio es la piel, el silencio cubre y cobija la enfermedad..."

    No se si encontró las palabras adecuadas...

    Y hablando de lo innombrado, preguntas:¿Quién eres tú?. Supongo que te refieres a cual es mi nombre. Te diré, aunque en ocasiones no me molesta en absoluto el anonimato, que mis padres me pusieron el de Mª Teresa.

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  4. ¿Tanto puede palabra? Si, la palabra puede. La palabra es poder, y como dice la también poeta Blanca Andreu “afecta para bien y para mal". Después de nueve años sin escribir tras la muerte de su marido, el novelista Juan Benet, ella, la apasionadamente oscura Blanca, vuelve a la escritura diciendo: "Hay que tener mucho cuidado con lo que se escribe, porque después se vive". Algo que Pizarnik no llegó a comprender. Quiso usar la palabra para comprenderse, para profundizarse, para mostrarse, pero se olvidó (creo que lo ignoraba…) de que la palabra también crea, y con ella creó su muerte. Porque la palabra puede dar vida y quitarla. Por eso hablar no es todo. Usar la palabra no es todo. No basta con destaparla. Hay que prestar atención a lo que decimos con ella, hasta conseguir que nuestra palabra cree la vida que deseamos.

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  5. Mª Teresa, me gustaría saber el nombre del libro que nombras de Alejandra Pizarnik.Gracias.
    Acabo de escuchar una entrevista en la radio, pronto se va a estrenar una pelicula-documental: "Para romper el silencio", creo que de German Breuer, trata de la historia familiar cuando su padre Carlos es asesinado por Pinochet...abrá que verla, según escuche por la radio este documental ha vuelto a unir a la familia, encerrada en el silencio tras la muerte de Carlos.
    Las palabras ponen y quitan, hay que saber escucharlas.
    La verdad se cuela a traves de las palabras como la luz por debajo de la puerta.

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  6. No dudo de la certeza de las afirmaciones sobre la palabra, ya que, aunque no se mucho del tema, algo intuyo.

    Y es que una noche como esta hace unos pocos años, hube de despedirme de una persona querida, despedida definitiva por cierto.
    Sólo unos días antes se habian hablado cosas que durante toda una vida habian estado afectándonos, y mucho, negativamente, sin plantearlas claramente.

    Ahora creo que aquellas palabras, duras y por mi parte quizá hasta crueles, por cuando fueron dichas, posibilitaron en gran medida que pudieramos despedirnos con ternura, y que pueda recordarlo, aunque con dolor, con una cierta dulzura.

    Amor, dolor, ternura, dulzura..., palabras, palabras...
    ¿Habré de pensar que dormía mientras salian todas estas fantasias en el sueño de una noche de verano?

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  7. muchas despedidas son sin ternura, resultado quizas de duelos inatravesados y pendientes. Algunas veces por nuestra resistencia a dejarlos marchar, otras por el dolor que nos embarga.
    En realidad no creo que de lo que se trate es de depedirse con ternura, amor, ternura o dulzura, creo que lo que impide una buena despedida es lo NO DICHO, y que por lo tanto queda pendiente.
    El psicodrama es un buen lugar...

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